Maky y Alo son dos cotorritas que el destino trajo a nuestras vidas. Al llegar, eran tímidas y algo desconfiadas, tras pasar por hogares donde no encajaron. Poco a poco, con paciencia, se adaptaron a nosotros, y comenzamos a construir un vínculo lleno de cariño. Su curiosidad y energía nos conquistaron, pero un día todo cambió.

Durante una salida en su transportín, este se rompió. Del susto, Maky y Alo salieron volando. Estábamos cerca de casa, y aunque las vimos posadas en árboles cercanos, no estaban acostumbradas al vuelo libre y no sabían bajar desde lo alto. Al anochecer, las perdimos de vista. Se fueron juntas, dejando un vacío enorme.

Exactamente dos semanas después de su escape, recibimos una llamada al anochecer. Era nuestra última oportunidad. Corrimos al lugar, y allí estaba Maky, posada en un banco. El reencuentro fue mágico: ¡14 días después, nuestra cotorrita estaba de vuelta!

Pero faltaba Alo.
Sabíamos que Maky y Alo habían estado juntos al principio; una foto lo confirmaba.

Días después, una señora nos contactó desde un pueblo a 30 km. Una cotorra estaba atrapada en un patio, incapaz de volar. Por las fotos, parecía Alo, aunque la distancia nos hacía dudar.

Tres semanas después de aquel día negro, Maky y Alo estaban de nuevo juntos en casa. Su recuperación fue un proceso lento, con mucho cariño y cuidados, pero verlos volver a ser ellos mismos, jugando y vocalizando, fue la mayor recompensa.
Esta experiencia nos enseñó lo fuertes que son y que no hay que perder la esperanza.